Antipolítica en tiempos electorales
La frase “roba pero hacer obra” se ha convertido en una ideología,
de eslogan político ha llegado a ser la esencia de la propaganda popularizada durante la elección del alcalde limeño Luís Castañeda (2015). Esa idea ha regresado para las elecciones generales del 2016.
La sentencia “roba pero hace obra” resume la incoherencia práctica, la anomia justificada para el éxito, la doble moral, la negación de la política.
¿Se puede robar y a la vez obrar el bien?, dicha inquietud se acerca a una especie de antipolítica, aquella que deshace la moral, rechaza la actitud ejemplar que enaltece la administración
del bien público. Es una contradicción en sí misma de la acción política.
Recordando la democracia griega, el ethos (ética) es el comportamiento correcto en la polis (ciudad), lo políticamente correcto a favor del bien público. Hoy se ha desvanecido esa idea, las organizaciones electorales han transformado a
la política en un medio, en una transacción.
Eso se evidencia en la hoja de vida de los aspirantes congreso en este proceso electoral 2016, los candidatos parecen tener un prontuario, venerado por sus electores cómplices. Por tanto, la anti-política ha tomado el espacio electoral y buscan santificarse en el ejercicio democrático.
Los representantes electos de esa antipolítica pagan favores una vez llegados al poder, defienden intereses subalternos, satisfacen necesidades ajenas.
En ese contexto, el voto a favor de un futuro representante (plancha presidencial o representantes ante el Parlamento) debe pasar por un tamiz moral, en su discurso y ejemplo de vida sobre cómo entiende la política o antipolítica.
En ese contexto, el voto a favor de un futuro representante (plancha presidencial o representantes ante el Parlamento) debe pasar por un tamiz moral, en su discurso y ejemplo de vida sobre cómo entiende la política o antipolítica.
"El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente" -Lord Acton
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